El movimiento de las Arts & Crafts se inicia en Inglaterra y aunque en sus comienzos se ocupó de los productos artesanales dió lugar a una concienciación sobre el futuro de la industria y de los productos que allí se elaboraban. El Arts & Crafts fue creado por William Morris (1834-1896), que perseguía una coherencia formal en los productos artesanales, siguiendo una concepción anticipada por protofuncionalistas como F. Weinbrenner, que en 1819 escribía que la belleza está en la concordancia total entre forma y función. Si William Morris no creía en las posibilidades culturales de los productos industriales, algunos de sus discípulos supieron aplicar sus ideas a la industria, rompiendo la contradicción que se mantenía entre las dos culturas.
El fuerte impacto producido por el establecimiento de la industria provocó una serie de transformaciones sociales, protagonistas de la historia del siglo XX. Entre éstas hay que citar las siguientes: a) La concentración de la clase obrera en las ciudades, generadora, a su vez, de una suburbización incontrolada; y b) la aparición de una nueva clase proletaria enajenada por el trabajo, condicionado por el ritmo de las máquinas y cuya impersonalidad provoca la indiferenciación de las aptitudes profesionales.
La uniformidad que se desprende de la producción industrial originó el gran rechazo de los intelectuales, el cual encontró su mejor expresión en las ideas de John Ruskin, quien pretendía una liberación de las masas mediante la exaltación del individualismo, enfrentándolo al liberalismo económico y a la industrialización en una evocación de la cultura de la Edad Media.
El catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Londres, sir Nikolaus Pevsner, situa los albores del Movimiento Moderno en arquitectura y en diseño en el gran edificio del Cristal Palace de Joseph Paxton, levantado en Londres para albergar la Exposición Universal de 1851, la primera de la historia. Hierro y cristal, dos tecnologías pioneras de la industrialización, aparecían aplicadas en aquella obra arquitectónica, la cual rompía los viejos cánones del clasicismo imperante en las construcciones de la época. Dentro del Palacio de Cristal se exponían las obras producidas por la industria de diferentes países, las cuales despertaron las críticas más exaltadas respecto a su gusto estético. “La carencia de todo principio de diseño ornamental es evidente… El gusto de los fabricantes revela falta de formación”, escribían los críticos. John Ruskin detestó la arquitectura del Palacio de Cristal y mantuvo su apoyo a la concepción artesana del trabajo. “El trabajo diario endulzado por la creación cotidiana del arte”, decía.
Asimismo, William Morris, empresario, pintor, poeta y proyectista, se asoció a sus ideas y, en un principio, formuló igualmente su crítica de oposición al producto industrial, reprochándole su masificación e indiferencia. Sin embargo, sus teorías definían los principios del diseño industrial al reconocer las posibilidades del objeto o de la imagen como portadores de unas cualidades estéticas, las cuales, según Morris, eran fruto de las cualidades artesanas y no de la máquina. En su intento por influir directamente sobre las degradadas condiciones de vida de su país, y ofrecer unas mayores oportunidades sociales desde las cuales realizar la transformación de la sociedad, destacaba también, por primera vez, el interés social de que el producto industrial podía ser portador. Morris fue el principal animador del movimiento inglés de las Arts & Crafts, en el cual se incluyó toda la producción artesanal británica a partir de 1860.
Sus enseñanzas fueron recogidas y desarrolladas por algunos de sus discípulos, quienes intentaron liberarse de sus prejuicios antimecanicistas y de los ataques que Morris dirigió a la industria, cuando precisamente era ésta quien podía ofrecer, con la producción masiva, una economía en el precio de los objetos frente a la restringida producción artesana. Lewis Day (seudónimo de Nicholas Blake), que también fue discípulo de Morris, escribió contrariando las opiniones del maestro: “Nos guste o no, la máquina, la fuerza motriz y la electricidad tendrán mucho que decir en el arte ornamental del futuro” . El fracaso de las ideas de Morris y sobre todo pretender cambiar la sociedad por el arte, se debió a que sus obras, tanto objetuales como gráficas (su trabajo como editor en la Kelmscott) eran de tanta calidad y tan caras que acabaron en manos de las élites burguesas y aristocráticas, como sucedería poco tiempo después con la mayor parte de los objetos Art Nouveau
El fuerte impacto producido por el establecimiento de la industria provocó una serie de transformaciones sociales, protagonistas de la historia del siglo XX. Entre éstas hay que citar las siguientes: a) La concentración de la clase obrera en las ciudades, generadora, a su vez, de una suburbización incontrolada; y b) la aparición de una nueva clase proletaria enajenada por el trabajo, condicionado por el ritmo de las máquinas y cuya impersonalidad provoca la indiferenciación de las aptitudes profesionales.
La uniformidad que se desprende de la producción industrial originó el gran rechazo de los intelectuales, el cual encontró su mejor expresión en las ideas de John Ruskin, quien pretendía una liberación de las masas mediante la exaltación del individualismo, enfrentándolo al liberalismo económico y a la industrialización en una evocación de la cultura de la Edad Media.
El catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Londres, sir Nikolaus Pevsner, situa los albores del Movimiento Moderno en arquitectura y en diseño en el gran edificio del Cristal Palace de Joseph Paxton, levantado en Londres para albergar la Exposición Universal de 1851, la primera de la historia. Hierro y cristal, dos tecnologías pioneras de la industrialización, aparecían aplicadas en aquella obra arquitectónica, la cual rompía los viejos cánones del clasicismo imperante en las construcciones de la época. Dentro del Palacio de Cristal se exponían las obras producidas por la industria de diferentes países, las cuales despertaron las críticas más exaltadas respecto a su gusto estético. “La carencia de todo principio de diseño ornamental es evidente… El gusto de los fabricantes revela falta de formación”, escribían los críticos. John Ruskin detestó la arquitectura del Palacio de Cristal y mantuvo su apoyo a la concepción artesana del trabajo. “El trabajo diario endulzado por la creación cotidiana del arte”, decía.
Asimismo, William Morris, empresario, pintor, poeta y proyectista, se asoció a sus ideas y, en un principio, formuló igualmente su crítica de oposición al producto industrial, reprochándole su masificación e indiferencia. Sin embargo, sus teorías definían los principios del diseño industrial al reconocer las posibilidades del objeto o de la imagen como portadores de unas cualidades estéticas, las cuales, según Morris, eran fruto de las cualidades artesanas y no de la máquina. En su intento por influir directamente sobre las degradadas condiciones de vida de su país, y ofrecer unas mayores oportunidades sociales desde las cuales realizar la transformación de la sociedad, destacaba también, por primera vez, el interés social de que el producto industrial podía ser portador. Morris fue el principal animador del movimiento inglés de las Arts & Crafts, en el cual se incluyó toda la producción artesanal británica a partir de 1860.
Sus enseñanzas fueron recogidas y desarrolladas por algunos de sus discípulos, quienes intentaron liberarse de sus prejuicios antimecanicistas y de los ataques que Morris dirigió a la industria, cuando precisamente era ésta quien podía ofrecer, con la producción masiva, una economía en el precio de los objetos frente a la restringida producción artesana. Lewis Day (seudónimo de Nicholas Blake), que también fue discípulo de Morris, escribió contrariando las opiniones del maestro: “Nos guste o no, la máquina, la fuerza motriz y la electricidad tendrán mucho que decir en el arte ornamental del futuro” . El fracaso de las ideas de Morris y sobre todo pretender cambiar la sociedad por el arte, se debió a que sus obras, tanto objetuales como gráficas (su trabajo como editor en la Kelmscott) eran de tanta calidad y tan caras que acabaron en manos de las élites burguesas y aristocráticas, como sucedería poco tiempo después con la mayor parte de los objetos Art Nouveau
No hay comentarios:
Publicar un comentario